Las caricias de mañanas húmedas tropicales,
Llenas de lujuria, alegría y pensamientos
Remontan a esos tiempos de mariposas picaras desfachatadas del sol del nuevo enero
Un enero fresco sin resentimientos, sin remordimientos, con tanto tacto y contacto
Pieles frescas, ropas sin mangas, chicas con escotes, salen a las calles de los soles
Con ganas de todo, sin barreras y sin frenos. Las pieles transpiran gotas de algarabía, gotas excitadas sin ningún tipo de melancolías.
Todo fluye y nada influye
Fosforecen almas nuevas en los soles de felicidad.
Enero es el mes más fresco, purifica los nuevos corazones
Y rejuvenece los pensamientos, alborota las hormonas y nos volvemos pubertad
Es el comienzo de lo nuevo y el final del olvido, el final..
El inicio del reencuentro, y el cambio de actitud de un nuevo viento.
lunes, 3 de enero de 2011
Barrios
Recuerdo cuando me levantaba a eso de las 08:00 de la mañana y salía a caminar descalzo por la vereda, cuando el sol me quemaba los talones, transpiraba mi nariz y las gotas mojaban el asfalto, y levantaba humedad con aroma a tierra.
La gente regaba las veredas y yo olía las flores del jardín de algún vecino habitúe.
Los vecinos esperaban con calma al panero. Y sabían que a las 9:10 el pan llegaba a los almacenes del barrio fervor . Era la hora cúspide del almacén ya que todos querían comprar su pan para el desayuno.
Los niños se levantaban y ya empezaban a correr a jugar, y a gritar molestando o no a algún otro vecino. Luego iban al almacén con escasas monedas de diez o veinticinco centavos (como mucho), para que la quiosquera les de algún caramelo masticable. Pero esta siempre les terminaba reglando y ellos se retiraban con regocijo y divertidos.
A las 14:00 hs el almacén cerraba por el calor, los trabajadores llegada la hora se acostaban a dormir la siesta que era mas sagrada que cualquier oráculo.
Por el vacío de alguna ventana se escuchaban rotundamente gritos de padres renegando con sus hijos por malos modales o por andar sin juicio , imponiendo castigos ceberos y prohibiéndoles que salgan a jugar con sus amigos.
Los niños se escapaban, algunos por el techo o por alguna ventana abierta, y salían cargados con bombas de agua para tirarle a cualquier viejito que andaba por ahí en bicicleta o la chica que les gustaba, era su forma sutil de presumir. Cuando el sol bajaba un poco los niños se metían cuidadosamente de nuevo a sus hogares, sin dejar ningún rastro delatador.
A la tarde los ancianos salían con sus sillones a tomar mate a la vereda y a escuchar ruidos saturantes de coyuyos, algunas veces se sumaba alguna vecina para chusmear los rumorees del barrio, eso si siempre salían a la vereda con algún tipo de repelente ya que los jejenes y los mosquitos invadían a picazones la piel de los vecinos.
A la noche era el turno de los adolescentes, que se juntaban en la esquina principal a tomar alguna cerveza para refrescarse, o por ahí se armaban fiestas en algún patio. Se la pasaban bailando y otros se besaban hasta la seis de la mañana cuando ya se aproximaba el amanecer.
La gente regaba las veredas y yo olía las flores del jardín de algún vecino habitúe.
Los vecinos esperaban con calma al panero. Y sabían que a las 9:10 el pan llegaba a los almacenes del barrio fervor . Era la hora cúspide del almacén ya que todos querían comprar su pan para el desayuno.
Los niños se levantaban y ya empezaban a correr a jugar, y a gritar molestando o no a algún otro vecino. Luego iban al almacén con escasas monedas de diez o veinticinco centavos (como mucho), para que la quiosquera les de algún caramelo masticable. Pero esta siempre les terminaba reglando y ellos se retiraban con regocijo y divertidos.
A las 14:00 hs el almacén cerraba por el calor, los trabajadores llegada la hora se acostaban a dormir la siesta que era mas sagrada que cualquier oráculo.
Por el vacío de alguna ventana se escuchaban rotundamente gritos de padres renegando con sus hijos por malos modales o por andar sin juicio , imponiendo castigos ceberos y prohibiéndoles que salgan a jugar con sus amigos.
Los niños se escapaban, algunos por el techo o por alguna ventana abierta, y salían cargados con bombas de agua para tirarle a cualquier viejito que andaba por ahí en bicicleta o la chica que les gustaba, era su forma sutil de presumir. Cuando el sol bajaba un poco los niños se metían cuidadosamente de nuevo a sus hogares, sin dejar ningún rastro delatador.
A la tarde los ancianos salían con sus sillones a tomar mate a la vereda y a escuchar ruidos saturantes de coyuyos, algunas veces se sumaba alguna vecina para chusmear los rumorees del barrio, eso si siempre salían a la vereda con algún tipo de repelente ya que los jejenes y los mosquitos invadían a picazones la piel de los vecinos.
A la noche era el turno de los adolescentes, que se juntaban en la esquina principal a tomar alguna cerveza para refrescarse, o por ahí se armaban fiestas en algún patio. Se la pasaban bailando y otros se besaban hasta la seis de la mañana cuando ya se aproximaba el amanecer.
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